
Horario de invierno
Con la llegada del horario de invierno, los días se acortan, las noches se alargan y nuestro cuerpo experimenta una serie de ajustes que van más allá de simplemente atrasar el reloj.
Este cambio, que en Chile ocurre a comienzos de abril, no solo afecta nuestro sueño y estado de ánimo, sino que también influye en nuestro sistema digestivo y en nuestros hábitos alimenticios.
El reloj biológico y la digestión
Nuestro cuerpo funciona con un ritmo circadiano, un reloj interno que regula procesos como el sueño, el apetito y la digestión. Cuando cambiamos la hora, este ciclo se desajusta temporalmente.
Al oscurecer más temprano, muchas personas tienden a cenar antes o retrasar sus comidas, lo que puede afectar la secreción de jugos gástricos y enzimas digestivas.
Además, la menor exposición a la luz solar reduce los niveles de serotonina, lo que puede aumentar el deseo por alimentos altos en carbohidratos y grasas, como sopas cremosas, chocolates y panes.
Problemas digestivos comunes
El frío y los cambios en la rutina pueden hacer que el metabolismo se vuelva más lento, provocando digestiones pesadas y estreñimiento. Muchas personas también reducen su consumo de agua al sentir menos sed, lo que dificulta el tránsito intestinal.
Por otro lado, el aumento en el consumo de platos calóricos y procesados puede generar acidez, hinchazón abdominal y malestar estomacal.
4 consejos para adaptarte al nuevo horario
Para mantener una alimentación equilibrada y favorecer la digestión durante esta temporada, podemos seguir estas recomendaciones:
1. Mantener horarios regulares de comida
Fundamental para ayudar a nuestro sistema digestivo a adaptarse al cambio de horario. Nuestro cuerpo funciona mejor con rutinas establecidas, especialmente cuando se trata de la secreción de jugos gástricos y enzimas digestivas. Lo ideal sería intentar comer dentro de un margen de 30 minutos alrededor de nuestra hora habitual, incluso los fines de semana.
Esto permite que nuestro reloj interno se sincronice mejor con los nuevos horarios de luz solar. Para quienes trabajan desde casa o tienen horarios flexibles, puede ser útil establecer alarmas recordatorias para las comidas principales durante los primeros días de transición.
2. Incluir fibra y líquidos
Especialmente importante durante los meses de invierno, cuando naturalmente tendemos a consumir menos agua y más alimentos procesados. La fibra soluble presente en avena, manzanas y legumbres ayuda a regular el tránsito intestinal, mientras que la fibra insoluble de granos enteros y verduras promueve la salud digestiva.
Respecto a los líquidos, aunque no sintamos tanta sed como en verano, nuestro cuerpo sigue necesitando hidratación adecuada. Una buena estrategia es comenzar el día con un vaso de agua tibia con limón y mantener infusiones calientes a lo largo del día, que, además de hidratar, nos ayudan a mantener la temperatura corporal.
3. Equilibrar los platos de invierno
Un enfoque consciente para disfrutar de comidas reconfortantes sin sobrecargar el sistema digestivo. Las sopas y guisos tradicionales pueden hacerse más ligeros usando caldos vegetales como base e incorporando proteínas magras como pollo o pescado.
Añadir verduras de temporada como zapallo, zanahoria o espinacas aumenta el aporte nutricional sin sacrificar el sabor. Para los antojos de carbohidratos, optar por versiones integrales de panes y pastas puede marcar una diferencia significativa en cómo nos sentimos después de comer.
4. Moverse aunque haga frío
Uno de los consejos más desafiantes pero más efectivos. La actividad física, incluso moderada, estimula el peristaltismo intestinal y ayuda a combatir la pesadez característica de las comidas invernales.
No es necesario hacer ejercicio intenso; una caminata de 15-20 minutos después de las comidas principales puede ser suficiente para mejorar la digestión.
Para quienes trabajan sentados, levantarse cada hora para estirar las piernas y hacer pequeñas rotaciones de torso puede prevenir la molesta hinchazón abdominal que a menudo acompaña a los días más sedentarios del invierno.
El cambio de horario puede afectar nuestro sistema digestivo y nuestros hábitos alimenticios, pero con pequeños ajustes en la rutina y elecciones más conscientes, es posible disfrutar de comidas reconfortantes sin descuidar la salud digestiva.